6 películas esenciales del cine mexicano

6 películas esenciales del cine mexicano

Incluso en nuestros días, el cine mexicano está plagado de prejuicios. Y algunos de ellos, a decir verdad, están justificados, entre periodos de intervención gubernamental, de precariedad económica y de explotación de ciertos géneros. Sin embargo, como podrás ver con esta selección de películas esenciales del cine mexicano, nuestra cinematografía goza de riqueza y diversidad tanto en sus narrativas y temas, como en su forma.

Claro que la cinematografía de cualquier país es un mundo en sí mismo, irreductible a tan sólo un puñado de sus exponentes. No pretendemos que esto sea una guía definitiva del cine nacional, sino un punto de entrada para comenzar a conocer nuestro cine (y, quizá, desprenderte de algunos de esos prejuicios).

Todas las películas a continuación pueden encontrarse en el catálogo de la videoteca de Film Club Café. Recuerda que puedes rentar películas en DVD con tu membresía.

6 PELÍCULAS ESENCIALES PARA ENTRARLE AL CINE MEXICANO

¡VÁMONOS CON PANCHO VILLA! (1936)

El director Fernando de Fuentes es, por muchos motivos, una de las figuras fundamentales del cine mexicano clásico: pionero del cine sonoro en nuestro país, de sus primeros coqueteos con el terror (con El fantasma del convento de 1934) y piedra angular de la llamada “Época de oro” (que encontró su prototipo en Allá en el rancho grande, de 1936), De fuentes fue una figura tan prolífica como versátil en el cine mexicano de la primera mitad del siglo.

Incluso fue responsable de una trilogía centrada en la Revolución mexicana, de las que ¡Vámonos con Pancho Villa! (1935) es quizá, la más emblemática. La película sigue a un grupo de tres amigos, conocidos como “los leones”, que se unen a la lucha villista con la esperanza de dar una mejor vida a los habitantes de su pueblo.

Sin embargo, pronto vemos cómo los ideales revolucionarios sucumben durante la guerra. La película es una crítica al fracaso de la Revolución Mexicana para el sector campesino, representada en los destinos de sus protagonistas.

LOS OLVIDADOS (1950)

En el llamado periodo de la “Época de oro” del cine mexicano, nuestra industria nacional fue una de las exportadoras más prolíficas y prestigiosas de películas para el resto del mundo. Y, con estas producciones, viajó una imagen a menudo idealizada del México rural previo a la Revolución Mexicana, el cine de charros cantores inmortalizado por figuras como Pedro Infante y Jorge Negrete.

Y entonces llegó el surrealista Luis Buñuel. Exiliado en Estados Unidos y luego obligado a viajar a México, dirigió dos películas (Gran casino y El gran calavera) antes de filmar la que se convertiría en una piedra angular del cine nacional, pero que en su momento fue vapuleada por la crítica profesional, por colegas de la industria y por la élite mexicana.

Bebiendo de la fuente del neorrealismo italiano, Los olvidados representaba en pantalla lo que, en esencia, Buñuel veía en la realidad urbana de México. La película cuenta la historia de “Jaibo” (Roberto Cobo), quien escapa de una correccional juvenil y se reúne con sus amigos en la Ciudad de México. Sin embargo, cuando mata a otro chico en presencia de su amigo Pedro (Alfonso Mejía), los destinos de ambos se encaminan a la tragedia.

MACARIO (1960)

El cine mexicano puede ser criticado, con cierta razón y obedeciendo a diversos motivos, por enfocarse demasiado en el drama social miserabilista. Sin embargo, al mismo tema se le han dado salidas en diversos géneros como la fantasía y el terror. El referente obligado es Macario, de Roberto Gavaldón.

Protagonizada por Ignacio López Tarso y Pina Pellicer, trata sobre un leñador obsesionado con su propia pobreza y la de su familia. Su mayor anhelo, que le es concedido por su esposa, es comerse un pavo y tenerlo para sí solo. Sin embargo, en el acto, es tentado a compartirlo por Dios, el Diablo y la Muerte, encuentros que cambian su destino.

Tanto aquí como en el extranjero, Macario es considerada una de las películas esenciales del cine mexicano. Además de ser seleccionada para competir por la Palma de Oro del Festival de Cannes, fue la primera producción en la historia de nuestro país en competir por el Oscar a Mejor película extranjera.

MÁS NEGRO QUE LA NOCHE (1975)

Hay espectadores que se mantienen en el prejuicio, y que resultan genuinamente sorprendidos al descubrir que existe una larga –aunque inconstante– tradición en el cine mexicano en el terror. Y dentro de la misma, quizá no exista nombre de reputación e influencia equiparables a las de Carlos Enrique Taboada.

El “Duque del terror” incursionó en varios géneros, incluso como guionista: El espejo de la bruja, de Chano Urueta, es uno de sus mejores trabajos en el libreto. Ya desde entonces se reconocía su afinidad con el terror gótico, género en el que se insertan sus largometrajes más reconocidos: Hasta el viento tiene miedo (1968), El libro de piedra (1969), Más negro que la noche (1975) y Veneno para las hadas (1986).

Con un elenco que incluye a Helena Rojo y a una jovencísima Lucía Méndez, Más negro que la noche es la historia de una joven mujer (Claudia Islas) que hereda una casona, a la que decide mudarse con sus amigas. La única condición es que cuiden de su amado gato negro, Becker. Pero cuando éste aparece muerto, sus destinos son sellados.

Y TU MAMÁ TAMBIÉN (2001)

El período de los 90 e inicios de los 2000 no fue el primero ni el único con un resurgimiento de autores cinematográficos acreedor del mote “Nuevo cine mexicano” (también sucedió en los 70, con la generación de Arturo Ripstein y Felipe Cazals). Sin embargo, puede argumentarse que el más reciente –que trajo a nombres como Alejandro González Iñárritu, Carlos Carrera, Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón– ha sido un poco más perdurable e influyente.

Este último es responsable por la que quizá sea la obra cúlmen del período, Y tu mamá también, que también se percibe como el origen de nuestros íconos –al frente y detrás de las cámaras– a nivel internacional. Su trama es sencilla, en la superficie: con sus novias de vacaciones, dos amigos adolescentes (Diego Luna y Gael García Bernal) emprenden un viaje hacia la playa con una mujer española y casada (Maribel Verdú), a quien conocen en una boda.

Alfonso Cuarón y su hermano, Carlos, insertan el género de road movie al cambiante contexto social y político mexicano, rompiendo con la moral sexual conservadora de su tiempo, cuya persistencia la hace sentirse atemporal –y jovial– a más de dos décadas.

LAS NIÑAS BIEN (2018)

Incluso si las condiciones de la industria cinematográfica mexicana han tenido pronunciados altibajos, también puede decirse que en ella existen –y resisten– selectas voces autorales que logran hacer comentario social en sus películas, con estilos distintos y que no caen en los típicos dramas miserabilistas.

Inspirada en el clásico libro de Guadalupe Loaeza sobre la “clase alta” mexicana, la directora Alejandra Márquez Abella logra un ácido y satírico drama de época en Las niñas bien. Su trama sigue a Sofía (Ilse Salas), una mujer que lleva su vida soñada en una gran casa de Las Lomas, con dos hijos, autos de lujo y clubes deportivos. Pero entonces, llega la crisis económica de 1982.

Las niñas bien hace una sátira, con un humor sutil y elegante, la frivolidad de quienes se perciben como la alta sociedad, la banalidad de sus pesadillas y la ridiculez de sus fantasías (¡Julio Iglesias!). Sin duda, una de las películas esenciales del cine mexicano de la última década.

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