'La sustancia' y el cine de terror de temática feminista

‘La sustancia’ y el cine de terror de temática feminista

Finalmente en la cartelera de cine luego de un laureado paso por festivales –incluyendo Mejor guión en Cannes y el Premio del público en la sección Midnight Madness de Toronto, La sustancia (The Substance) está destinada a ser una de las películas más divisivas y comentadas del año. Los motivos son variados, pero uno de ellos, sin duda, será su discurso marcadamente feminista.

No es sorpresa si pensamos en la película previa de su directora, la francesa Coralie Fargeat –comentaremos sobre ello más adelante en este texto–. Sin embargo, los aficionados al cine de terror seguramente habrán notado un patrón, al menos en el último año: una parte considerable de las películas de terror de este año, o al menos las de mayor perfil, han tenido un trasfondo feminista.

Tampoco ha de extrañarnos. El arte, y el cine por extensión, suelen hacer eco de las ansiedades colectivas de su tiempo –y ni qué decir del terror, cuyos elementos de violencia y fantasía brindan una elasticidad única para llevar historias a los terrenos más extremos de la alegoría y la crítica–.

Dada la cuarta ola del feminismo, las preocupaciones del movimiento –entre las que encontramos la cultura del abuso sexual, la cosificación de la mujer, el debate sobre derechos reproductivos y hasta el movimiento #MeToo, enmarcados por la disrupción de internet– han sido una constante en pantalla en años recientes, y seguramente lo seguirán siendo.

¿VIVIMOS UNA OLA DE CINE DE TERROR FEMINISTA?

Dada una cierta necedad historiográfica de nuestra civilización por agruparlo todo en categorías claramente delimitadas, o en “cajas”, sería tentador pensar que estamos atravesando una oleada de cine de terror feminista, o “terror femenino”.

Si dejamos a un lado las enormes, variadas y hasta contradictorias implicaciones que podrían tener tales términos (en sí mismos, dan para ser estudiados en ensayos dedicados); encontraremos voces que, más que estar en desacuerdo, invitan a reflexionar sobre los límites de esta categorización.

En su libro Feeding the Monster: Why Horror Has a Hold on Us (2024), la crítica y programadora de cine, Anna Bogutskaya, escribe lo siguiente:

“¿Qué significa, en realidad, ser una ‘mujer en el [cine de] terror’? ¿Será que estamos creando nuestro propio territorio, repitiendo las mismas historias y cuestiones una y otra vez, mientras las franquicias de terror de gran presupuesto siguen siendo hechas por los mismos tipos? ¿Qué es, exactamente, el ‘terror femenino’? ¿Puedo ver, a través de las decisiones de un cineasta, a través de una actuación, del encuadre, del ritmo y el tono, que una película de terror se realizó pensando en la ‘mirada femenina’?” (…) ¿Puedo distinguir si una película de terror fue hecha para mujeres? ¿Eso importa? ¿Debería importar? ¿Significa que una película de terror fue hecha conmigo en mente si no fue realizada por un director hombre? ¿Significa que todo lo demás (…) debería ser desechado? ¿Necesito reescribir mi canon del terror?”

Son consideraciones especiales a tener en mente para evitar en caer en reduccionismos –como pensar que una película es feminista por definición si es dirigida por una mujer–. Pero Bogutskaya plantea reflexiones interesantes sobre el terror como género poco más adelante:

“El terror, más que ningún otro, es un género sobre la empatía. Conmueve, pues, que este interés por la aproximación femenina al terror surja en un mundo donde la empatía por las mujeres es aún muy deficiente, aún considerada tarea, o algo que debe ganarse, en vez de garantizarse. El terror es más que simple voyeurismo, más que ver a alguien ser mutilado o acechado; se trata de sentir lo que están sintiendo. Nuestros miedos cambian constantemente, y el terror tiene una posición única para extraerlos y transformarlos en algo fantástico y asombroso, pero también en algo que, al final, posiblemente, puede ser conquistado. El terror nos mantiene a salvo”.

Más adelante en su libro, Bogutskaya reflexiona sobre la condición del cine de terror contemporáneo, curiosamente desprovisto de monstruos concretos, tangibles, como un Drácula o un Freddie Krueger, encarnaciones de un miedo superior que, sin embargo, pueden ser frenadas y derrotadas. De la generación millennial en adelante, los miedos se han multiplicado, diseminado y potenciado por la revolución de internet, y las respuestas –en los planos económico, político, social– no son sencillas.

“Estas películas se interesan en cómo estas emociones, aterradoras e inquietantes, son experimentadas. Así que las películas de terror están más preocupadas con la experiencia misma del terror en vez de, digamos, ver el terror físicamente contenido en un monstruo que puede ser eliminado. Hay una preocupación mayor y más primitiva en juego: queremos ser buenos, pero ya no sabemos lo que eso significa”, concluye Bogutskaya.

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Ansiedades colectivas contemporáneas, entre ellas las del feminismo, informan películas de terror como La sustancia (Crédito: MUBI)

En resumen: quizá no podamos hablar, del todo, de una ola de cine de terror feminista, específica en temáticas, modos de representación y delimitada en periodos. Pero sí podemos hablar sobre un tipo de terror que, dadas las ansiedades colectivas y globales, evoca el terror mismo de existir en incertidumbres tan graves como numerosas. Y entre esas incertidumbres encontramos, por supuesto, preocupaciones que atañen al feminismo.

LA SUSTANCIA Y OTRAS PELÍCULAS DE TERROR DE TEMÁTICA FEMINISTA

Considerando todo lo anterior, es importante tener en cuenta una cuestión no del todo aclarada: hablar de un cine feminista implica múltiples variables, cuyos criterios pueden ser distintos según a quién se le pregunte. Pero lo dicho: que una película sea dirigida, escrita o protagonizada por una mujer no necesariamente le confiere, en automático, el carácter de feminista.

Con esto en mente, en Film Club Café realizamos una selección de películas provenientes de diversas épocas y mentes, cuyas temáticas están relacionadas a asuntos que conciernen al feminismo.

1. LA SUSTANCIA (2024)

La sustancia (The Substance)
La cosificación del cuerpo femenino y la perpetuación de estándares de belleza son la tesis de La sustancia (Crédito: MUBI)

La directora francesa Coralie Fargeat presenta una película que parece descendiente directa del movimiento #MeToo de Hollywood, desde su grotesca caricaturización de Harvey Weinstein (con Dennis Quaid interpretando a un personaje también llamado Harvey), hasta su preocupación por la imposición de estándares de belleza según criterios masculinos, y su perpetuación cíclica y sistemática.

La sustancia es, en esencia, una representación ingeniosa de la dismorfia corporal, con una protagonista que resiente una belleza de juventud que se ha esfumado. Resuelve inyectarse cosas para mantenerse joven (cosa de rutina en la industria cosmética), lo que crea una “otra yo”, bella y jovencísima, quien comienza a resentir el tener que envejecer. Juntas, representan la experiencia casi esquizofrénica de existir en un cuerpo que, haga lo que haga, será juzgado en razón de su belleza.

La sustancia llega a la cartelera del Film. Checa fechas y horarios, y reserva tus boletos.

2. VENGANZA DEL MÁS ALLÁ (2017)

Antes de su festín de body horror en La sustancia, Coralie Fargeat debutó con un thriller de venganza que, debajo de su violencia impasible y extrema (que le emparenta con el gore, más propio del terror), revela y denuncia los mecanismos pútridos que justifican la misoginia y la cultura de la violencia sexual.

Y la retribución es un deleite para mirar. Después de ser violada y dada por muerta, una joven mujer (Matilda Lutz) da caza a sus victimarios por el desierto, para pagar la violencia padecida con la misma moneda.

3. LAS MUJERES PERFECTAS (1975)

Basada en la novela homónima de Ira Levin (también autor de El bebé de Rosemary), Las mujeres perfectas (The Stepford Wives) sentó las bases para películas del siglo XXI como ¡Huye! de Jordan Peele o Parpadea dos veces de Zoë Kravitz.

La historia sigue a una joven fotógrafa y madre (Katharine Ross), quien se muda a los suburbios de Stepford. Ahí, todo es tan idílico que resulta inquietante: los hombres se reúnen en secreto por las noches, mientras que las mujeres, devotas en extremo, encarnan el concepto servil de la “esposa ideal”. El secreto que esconde el vecindario sólo puede ser descrita como la realización absoluta del sometimiento femenino.

4. UNA CHICA REGRESA SOLA A CASA DE NOCHE (2014)

Entre el wéstern y el terror gótico situado en Irán, Una chica regresa sola a casa de noche, de Ana Lily Amirpour, provocará ideas y prejuicios ya desde el título, porque claro, esa es la peor idea que puede tener una mujer. A menos que, claro, sea una vampiro, invirtiendo por completo los roles de depredador y presa.

La figura encarnada por Sheila Vand no es necesariamente ni la heroína ni la villana del cuento. Sin embargo, es un ser capaz de navegar su mundo sin el miedo que suele acompañar a su género, cuyo destino es, en la realidad, determinado por muchas otras fuerzas ajenas.

5. TITANE (2021)

La demencial ganadora de la Palma de Oro en 2021, dirigida por Julia Ducournau, es una pesadilla cronenbergiana mejor definida en los términos del metal de su título: llevado a sus extremos, el titanio se vuelve maleable en prácticamente cualquier forma.

En Titane, sexo y género se contorsionan en formas que desafían todas las representaciones hasta entonces imaginadas de feminidad, maternidad, androginia y hasta biología. Su antiheroína protagónica (Agathe Rousselle, igualmente demencial) no sólo desdibuja, sino destruye las barreras de identidad, y logra hacerlo de manera sensual, violenta, asquerosa y sublime por igual.

6. INMACULADA Y LA PRIMERA PROFECÍA (2024)

Se les ha llamado “películas hermanas”, y no es sólo por el hecho de que ambas se estrenaron en el mismo año, o que las dos se insertan en el mundo de las “monjas pecaminosas”. Las dos películas cuentan historias en las que un poder institucionalizado (en ambos casos, la iglesia) explota los cuerpos femeninos con fines políticos, o para perpetuar su statu quo.

En La primera profecía, precuela del clásico de los 70, una joven mujer estadounidense (Nell Tiger Free) es enviada a trabajar a un orfanato en Roma antes de tomar el hábito, y entonces descubre que es parte de una conspiración para crear al Anti-Cristo e inspirar una renovada fe en la iglesia. En Inmaculada, una joven novicia estadounidense (Sydney Sweeney) es transferida a un convento en Roma, donde pronto cae en las redes de un complot para resucitar a Cristo, aunque se trate de una versión biológica e ideológicamente pervertida del mesías.

Ambas se tratan de organizaciones con poder traficando el control sobre la mujer como ficha política, haciendo eco de la politización de los derechos reproductivos por parte de sectores conservadores.

7. HUESERA (2022)

En el cine mexicano también hay notables películas de terror feminista. La más destacada en tiempos recientes es, sin duda, Huesera, de la directora Michelle Garza Cervera. La trama sigue a una joven mujer (Natalia Solián), quien parece estar en el momento más feliz de su vida: está casada y, junto a su esposo (Alfonso Dosal) finalmente espera un bebé. Sin embargo, el idilio es sólo una fachada: el embarazo trae consigo nuevos temores, manifestados en una criatura que acecha sus sueños y que parece filtrarse a su vida diaria.

Huesera es una película que cuestiona las expectativas sociales y vitales de una clase media conservadora en la heteronorma, arrastrando a la protagonista hacia los sacrificios necesarios del statu quo. La maternidad abnegada no es presentada como un ideal, sino como una pesadilla en la que la mujer debe resignarse a ser, en sentido casi literal, partida en dos.

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